Argentina lleva siglos produciendo vinos. Actualmente es el quinto país en producción en el mundo con un consolidado mercado interno y una cada vez más importante presencia internacional.
El clima argentino es mayormente continental y la altitud juega un papel importante en la regulación de las temperaturas. Asimismo las diferencias entre día y noche ayudan a una buena maduración de la uva. Dado que la sequía es una amenaza constante, el riego es esencial. El goteo está cada vez más extendido aunque existen zonas que son literalmente inundadas con el agua de los ríos que descienden de las montañas o que proviene de acuíferos subterráneos. Este clima seco permite unas excelentes condiciones sanitarias del viñedo que facilitan el desarrollo de una viticultura ecológica.
La variedad por excelencia en Argentina es la Malbec. Esta uva tinta se caracteriza por sus aromas a ciruela y moras así como la vainilla, el tabaco y el coco tras su paso por la madera. La mayoría de estos vinos provienen de la región de Mendoza. Los mejores ejemplos se encuentran en las áreas más altas del Valle de Uco y Lujan de Cuyo. Otras variedades tintas cultivadas son la autóctona Bonarda, la Cabernet Sauvignon o la Merlot.
Entre las variedades blancas, además de la presencia de algunas variedades internacionales, la Torrontés es la que más se identifica con Argentina. Es una variedad muy aromática con notas que van desde lo cítrico de las zonas más frías como Salta, hasta el melocotón en zonas más cálidas como Mendoza y San Juan. Los viñedos de Salta, algunos hasta a 3111m, son los de mayor altitud del mundo y sus vinos tienen una gran reputación.
Además de las regiones anteriormente nombradas, al sur del país se encuentran las áreas de Neuquén y Río Negro con un clima más frío debido a la latitud y la presencia de diferentes variedades internacionales.