El vidrio ha sido mayoritariamente empleado para conservar el vino por su estanqueidad frente a gases y líquidos así como su capacidad de barrera física frente a microorganismos. Su resistencia mecánica y térmica y la posibilidad de colorearlo para preservar el vino de la luz también lo hacen ideal.
Aunque el tamaño estándar es de 75 cl, existen otros tamaños frecuentes como magnum, 1,5 litros, o doble magnum, 3 litros. El volumen influye en la crianza ya que a mayor tamaño más lenta será la evolución del vino. La superficie de contacto entre vino y tapón también influye siendo poco deseable los formatos más grandes de magnum.
Para vinos jóvenes, y sobre todo en el extranjero, se ha puesto de moda el BIB (Bag in Box). Se trata de una bolsa dentro una caja con un pequeño grifo de salida. Este envase tiene sentido para vinos de gran rotación ya que el vino envejece más rápido. También existen envases novedosos a base de aluminio, casi siempre en un intento de acercar el vino a los más jóvenes.
El tapón es otro de los componentes con los que podemos jugar. Cada vez más, podemos ver en vinos jóvenes tapones de rosca o tipo vino-lok de vidrio. Aún así, en nuestro país lo que predomina es el corcho, pero no siempre natural. Lo podemos ver de silicona en infinidad de vinos blancos y rosados así como en tintos jóvenes. Para estos últimos también es usual encontrar corcho micronizado o colmatado fabricado a partir de polvo de corcho.
El corcho aglomerado, virutas pegadas con cola, es típico de los vinos espumosos y el corcho natural de vinos con crianza. Este último puede ser corto (hasta 38 mm), o largo (hasta 50 mm), para los grandes vinos de guarda pudiéndose mantener intacto hasta 25 años.