En los últimos años se han hecho muy populares los blancos con crianza sobre lías. Este estilo, cada vez más apreciado por el consumidor, ha logrado aumentar la diversidad en la elaboración de blancos jóvenes así como dotarlos de complejidad y cuerpo.
La crianza sobre lías no es algo nuevo. El contacto del vino con sus lías forma parte de la elaboración tradicional de vinos espumosos y se ha producido durante siglos de manera natural al almacenar los vinos sin filtrar durante el invierno antes de su embotellado.
Las lías son, en su mayor parte, las mismas levaduras que realizan la fermentación y que tras finalizarla mueren y liberan al medio una serie de componentes que influyen principalmente en sus aromas y textura.
Tras la fermentación, se puede filtrar el vino, conservarlo a baja temperatura y embotellarlo para su consumo. Este esquema de elaboración permite crear vinos que mantienen la frescura y los aromas y sabores primarios que provienen de la fruta. Sin embargo, se puede decidir dejar unos meses el vino en contacto con sus lías. La liberación de diferentes componentes como las manoproteínas hace que los vinos ganen en cuerpo, untuosidad y volumen. Este contacto con lías se puede realizar en depósito o en madera. El primero, al ser un depósito inerte permite conservar mejor los aromas frutales y la frescura del vino, mientras que el segundo añadirá a las características propias aportadas por las lías, notas de madera, mayor cuerpo y menor acidez, reduciendo la frescura y los sabores más puros.
Un vino blanco con crianza sobre lías además de mayor cuerpo es fácilmente identificable por sus aromas típicos a pastelería o panadería. Notas de brioche, pan tostado o galletas son fáciles de detectar en estos vinos y se combinan perfectamente con los aromas frutales, florales o herbáceos típicos de cada variedad.