Los aromas florales suelen ser más complejos de encontrar sobre todo porque no tenemos registradas suficientes referencias florales a diferencia de las frutales. En general las diferentes variedades exprimen más o menos notas florales típicas aunque también la crianza pueden influir en este tipo de notas. Con el tiempo las notas florales frescas pueden evolucionar hacia recuerdos de flores secas.
Algunas notas típicas que encontramos son la acacia, presente en gran cantidad de vinos blancos, secos o dulces e incluso en espumosos. La chardonnay suele dar notas de esta flor blanca. La madreselva, también una flor blanca, se distingue por sus recuerdos a cítricos. Se puede encontrar en vinos blancos y este tipo de notas cítricas florales son típicos de la variedad riesling. La violeta da notas muy sutiles en las que se entremezcla fruta y especia. Es una nota de gran personalidad que se puede encontrar muy claramente en variedades tintas como la Syrah o el Cabernet Franc. La rosa, una referencia muy conocida por todos, es frecuente en blancos secos y dulces. Se encuentra claramente en vinos de moscatel de alejandría. También se puede encontrar por ejemplo en vinos de tempranillo con crianza pero más en forma de rosa marchita.
Además de las anteriores, algunas notas florales frecuentes son el jazmín, el tilo, la lavanda, la flor de almendro, la flor de naranjo, el lirio, el geranio, el clavel, el jacinto, la peonía o el brezo. A menudo los recuerdos florales en el vino son muy suaves o aparecen entremezclados con notas de fruta y especias o incluso confundidas con notas herbáceas por lo que suele ser suficiente con detectar los aromas florales y distinguir si son frescas, flores blancas o flores secas. En general son aromas muy delicados de conseguir y conservar, por lo que dotan de gran personalidad a los vinos que los expresan.