A la hora de catar y evaluar los vinos dulces lo más importante a tener en cuenta es el dulzor como nuevo factor en el equilibrio del vino.
En la fase visual los vinos dulces pueden presentar colores desde el limón al dorado e incluso marrón o ámbar. Muchos vinos dulces presentan un color más dorado y profundo que la mayor parte de vinos secos más ligeros, con colores menos evolucionados y pálidos.
En aroma podemos percibir por un lado los aromas típicos provenientes de la fruta, cítricos, fruta de hueso, fruta exótica, flores, notas herbáceas…Y por otro lado podemos detectar las notas de una crianza en madera. Muchos vinos dulces de calidad incluyen en su elaboración cierto tiempo en barrica para acabar de redondear y ensamblar el azúcar con el resto de componentes del vino. Las notas frutales pueden estar entonces acompañadas por aromas especiados y tostados. Por último, y si hablamos de vinos naturalmente dulces, podemos apreciar sutiles diferencias en sus aromas. Los vinos de uvas pasificadas presentan aromas a uva pasa y fruta seca. Aquellos provenientes de uvas botrytizadas desarrollan notas a miel y mermelada de naranja. Y por último los vinos dulces de hielo conservan una gran pureza en sus aromas frutales.
En boca, los vinos dulces tiene más cuerpo y como en el resto de los vinos debemos evaluar el equilibro. El nivel de azúcar puede ir desde un ligero dulzor de un vino semi-seco hasta una vino mucho más dulce y goloso. Lo importante es percibir el equilibrio entre acidez y dulzor. En muchos vinos el dulzor pasa más desapercibido debido a la alta acidez. El azúcar residual está más equilibrado y balanceado y son vinos que no pierden su frescura. Otros vinos en los que la acidez no está a la altura resultan más empalagosos.