Conocer las características climatológicas de una región nos ayuda a entender la personalidad de sus vinos además de orientarnos sobre lo que podemos esperar de ellos.
Para sobrevivir, la vid necesita una serie de inputs que dependen del clima de la zona en la que se encuentra. Se distinguen tres tipos de climas principalmente, el clima marítimo, el mediterráneo y el continental. Cada uno conforma un escenario diferente para el cultivo de la vid.
El primero de ellos es propio de zonas cercanas a grandes masas oceánicas. Se caracteriza por inviernos y veranos suaves, nubosos y con lluvias abundantes. En estas condiciones las variedades tintas tienen dificultades para alcanzar una maduración fisiológica completa y por eso las variedades blancas se adaptan mejor. Esta es la razón por la que en Galicia o el País Vasco encontramos vinos blancos de gran acidez y frescor como el albariño o el txakoli.
El clima mediterráneo gracias a la influencia del mar del mismo nombre, también se caracteriza por inviernos suaves pero con temperaturas generalmente más elevadas, lluvias menos abundantes y más horas de sol. En estas zonas podemos encontrar tanto blancos como tintos, si bien los blancos no serán tan frescos y ácidos como los anteriores y los tintos tienden a ser un poco más ligeros que los de clima continental. Un ejemplo claro sería el Penedés.
El clima continental se caracteriza por las grandes diferencias de temperatura verano-invierno e incluso durante día-noche. La lluvia es escasa y la insolación muy alta. Por esta razón son zonas reconocidas por sus tintos potentes y con cuerpo como Ribera del Duero o Toro.
Finalmente es importante señalar que la mayoría de las zonas presentan influencias de distintas climatologías. Un caso claro sería Rioja, con una influencia mediterránea y atlántica que posibilita diferentes estilos de vino.