Los aromas especiados pueden provenir de la variedad y frecuentemente de la crianza en madera. Como con el resto de aromas es importante ir acotando. Cuando detectemos especias es importante decidir si nos encontramos en el grupo de especias dulces o de especias picantes.
En las primeras encontraremos por ejemplo la vainilla, muy frecuente en vinos de crianza en roble americano, o el clavo, más frecuente en aquellos criados en roble francés. La canela suele ser dulce y sutil al principio para volverse algo más picante al final, es un aroma primario muy característico de los Syrah australianos, pero también se puede encontrar en vinos blancos como en el caso de la Gewurztraminer donde aparece entremezclado con los recuerdos a pétalos de rosa. Otras especias dulces más o menos frecuentes en el vino son el jengibre y la nuez moscada.
En el segundo grupo encontramos por supuesto la pimienta negra y blanca, aromas típicos de los grandes vinos tintos que no tienen porque ser picantes y recuerdan un poco a lo metálico. Otro aroma fácil de detectar es el aroma a regaliz. El regaliz proviene de la crianza en madera y es por lo tanto más frecuente en los tintos. Los taninos del Tempranillo se suelen combinar sin problema con los de la barrica para dar estas notas a regaliz. Dentro de este grupo de especias picantes habría un grupo de especias más balsámicas como la menta, el enebro, el tomillo…son fáciles de detectar porque además de dar frescor al vino literalmente ejercen un efecto balsámico sobre nuestra nariz. Una variedad que a menudo da estas notas es la Mencía en Ribeira Sacra.
Finalmente no hay que olvidar que para detectar y diferenciar los aromas a especias es importante trabajar nuestra memoria olfativa y registrar cuantas más referencias posibles, mejor.